Consejero independiente se puede definir como aquel miembro de un consejo de administración que no representa al grupo de accionistas de una sociedad ni tampoco al equipo directivo de la misma; por tanto, no defiende beneficios patrimoniales propios. El consejero sólo protegerá los intereses de la compañía.
Su aportación más valiosa es su visión neutral, ya que se encuentra desvinculado del equipo directivo y de los grupos accionariales de control de la entidad.
La figura del consejero independiente deberá aportar:
- Competencia profesional y neutral en la visión empresarial que ayude a confeccionar las estrategias. Además, pondrá cuidado en la profesionalización de la estructura de directivos y responsables, participando tanto en la selección como en la evaluación de directivos.
- Una red de contactos y una amplia experiencia, por haber trabajado en varios sectores y compañías con anterioridad y, por consiguiente, aportará soluciones eficaces.
- Contribuye a incrementar la confianza de los socios y de otros entes exteriores a la compañía pero relacionados con ella, en el futuro de ésta.
- Evita que el consejo se convierta en un foro de discusiones entre accionistas.
- Fluidez para que se produzca un correcto funcionamiento interno del consejo de administración.
- Favorece la sucesión en el mando de la compañía (como en el caso de relevo generacional en una empresa familiar).
El rol del consejero independiente no es sólo una figura que forma parte de grandes sociedades, sino que también forma parte en pequeñas y medianas empresas, permitiendo así un mayor desarrollo y crecimiento, ya que se trata de un soporte profesional, experimentado y complementario al del equipo directivo.
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